lunes, 12 de septiembre de 2011

Ser felices, lo prioritario para nuestros niños



Ser feliz, así como tener miedo, compartir, ser agresivo, entre otros, también se aprende y se hereda desde la más temprana edad. Los niños aprenden a ser felices cuando su entorno es feliz. Cuando, aún bebé, siente que les importa a sus padres, que hay comunicación con ellos, y que ellos atienden a sus balbuceos y a sus necesidades y derechos más básicos como el cuidado, la alimentación, educación, etc.

La felicidad va mucho más allá del tener, poseer,..., diría que reside en la ilusión, en el deseo y en lo que emplea un niño para conseguir lo que quiere. Si el niño que está a punto de soltar el dedo de sus padres para dar libremente sus primeros pasos, confía que puede contar con el cuidado de ellos, se sentirá feliz y conseguirá lo que se propone. A la hora de educar a nuestros hijos, son muchos los aspectos que consideramos y muchas veces dejamos de lado los sentimientos y sólo nos centramos en las buenas y malas conductas. Pienso que existen algunas claves que los padres pueden considerar a la hora de educar a niños felices.

Es importante establecer un canal de comunicación con ellos a través de actividades como el juego, el baile, el dibujo, la música, la cocina, o simplemente viendo una película o compartiendo un cuento infantil, una manualidad, una adivinanza.

Hay que enseñarles a aceptar sus frustraciones, de una forma constructiva y positiva. También tienen que aprender a perder. A través de los límites se puede enseñar a un niño sobre lo que es más o menos importante, y qué es lo que esperamos de ellos.

Es necesario que el niño exprese sus emociones y sus enfados,... No lo debemos reprimir. El niño puede generar inseguridad y miedo a mostrarse tal y como es. Debes enseñarle a respetar sus emociones, y buscar soluciones.

Hay que ensénale a compartir, a ser amigo, a ser responsable con sus cosas, a tener disciplina con sus tareas, etc. Estos valores son los que le quedarán para su vida adulta.

No lo compare con otros niños, amigos o hermanos. Acepte a su hijo tal y como es, con sus virtudes y defectos. Nadie es perfecto.

Las palabras tienen poder sobre los niños. Si estamos diciendo continuamente que él “es malo”, que “siempre hace todo mal”, lo que conseguiremos es bajar la autoestima, y no animarle a que se esfuerce para mejorar. Las malas palabras tienen un efecto al revés en los niños y en cualquier persona.

Enséñele a su hijo a ponerse en el lugar del otro. Que busque no hacer a los demás lo que no le gustaría que le hicieran a él.

Enséñele a su hijo a reconocer y a agradecer por todo lo que tiene, de corazón. Es importante que él sepa que es un niño privilegiado, que tiene unos papás que le quieren, una casa en que vivir, comida, escuela, amigos, salud,...que tiene tanto porque agradecer

Nuestros niños son niños felices y todo lo que hacemos va encaminado a ello. Sigamos juntos trabajando sobre ello.

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