Cuando se unen la
curiosidad y el hambre de aprendizaje, son los niños los que se preguntan el
por qué de su entorno, se proponen alcanzar nuevas metas y comenzar nuevas
aventuras. El hogar, junto con todos y cada uno de los estímulos que los niños
pueden encontrar en él, sin duda ayuda a que ellos mismos exploren y aprendan a
desarrollar sus mejores habilidades.
Es importante recordar que la educación no solo viene de la mano del aprendizaje escolar. El día a día, dentro y fuera de casa, es uno de los actores protagonistas de nuestra historia.
Son muchos y muy distintos los campos en los que podemos trabajar la motivación para aprender nuevas competencias. La música, los idiomas, el cálculo mental, la lectura, la psicomotricidad… ¿Por dónde comenzar? Y, sobre todo, ¿cómo?
- El desarrollo de la creatividad vendrá de la mano de actividades como la pintura, el juego con materiales como la plastilina o la arcilla, o incluso con situaciones de estimulación en la cocina.
- Para trabajar la psicomotricidad fina (es decir, la precisión y el buen acabado), las manualidades se convertirán en uno de nuestros mejores aliados. Aprender a utilizar herramientas como las tijeras, los rotuladores o los pinceles les ayudará progresivamente a afinar los detalles. El principal objetivo es conseguir que poco a poco los niños mejoren el manejo de los elementos que tienen alrededor. Y por ello es importante delimitar qué zonas tienen que pintar o las líneas por las que deben cortar como sucede en los cuadernos de colorear y educación infantil.
En referencia al aprendizaje de idiomas,
algunas técnicas efectivas son el uso de canciones infantiles, la disposición
de post-it a lo largo y ancho de la casa con vocabulario
doméstico que los niños puedan aprender, o incluso el uso de expresiones
concretas a la hora de realizar alguna tarea. Como ejemplo, podemos enseñarles
a preguntar la hora o a recitar la canción de ir a dormir en inglés.
Los detalles, en este caso, siempre cuentan.
La parte más
importante de este tipo de aprendizaje recaerá en el hecho de compartir estas
nuevas experiencias con ellos: desarrollar la inteligencia emocional y
las competencias sociales de los niños es tan importante como enseñarles nuevos
lenguajes y disciplinas a través de buenos hábitos. En un futuro
profesional y social, sabrán cómo compartir su sabiduría. Ayudar a los niños a
adquirir destrezas mediante el juego conseguirá que, para ellos, esas
enseñanzas que reciben perduren en el tiempo. Y si esos juegos no incluyen
competitividad y favorecen un desarrollo positivo, ayudará a que ellos mismos
sepan cómo desbloquear otro tipo de retos y dificultades diarios con los que
seguir progresando y aprendiendo.
¿Por qué no ilustrarlo
con un ejemplo?
Aprender a realizar
una receta no sólo les enseñará los tipos de alimentos que utilizamos y por qué
son beneficiosos para nuestra salud, sino también el proceso de creación y
cocción, así como las cantidades que aplicamos de cada uno de ellos. Este
proceso, además, lo podremos rematar con una presentación original del plato
que vayamos a realizar con los niños. El simple hecho de disponer la receta de
una u otra manera, dejarles escoger qué ingredientes incluir en una ensalada o
jugar con moldes que den forma a los alimentos, conseguirá que vean en una
actividad tan cotidiana como la elaboración de las comidas un juego con el
que trabajar la creatividad y la diversión.
El quid de la cuestión
será acompañarles en el trayecto del aprendizaje para desarrollar sus
competencias sociales, compartiendo con ellos todo tipo de enseñanzas diarias y
buenos hábitos. Cultivaremos el arte de aprender, para recoger los frutos de
una buena y divertida estimulación.
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